Un deseo infantil, el deseo de mi padre: desaparecer de golpe antes que irse esfumando de a poco. Negarse a envejecer entendiendo la juventud eterna como una bendición sin darse cuenta de que, en las más viejas y respetables leyendas, los dioses suelen castigar a los hombres con la maldición de la eterna juventud.
RODRIGO FRESÁN
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