jueves, 27 de febrero de 2014

El mito de la belleza.



No podía acabar “El mito de la belleza”, de Naomi Wolf, sin hacer un pequeño comentario o reflexión acerca de la importancia de este libro en el feminismo  y lo que ha supuesto para mí, sobre todo respecto al apartado que Naomi trata bajo el epígrafe de “Hunger”. Mientras que parece que trata un tema trivial, como es la comida y el aspecto del cuerpo, creo que hay que concienciarse de que es El Tema que debería tratar el feminismo del siglo XXI, si bien es cierto que el problema va mucho más allá y habría que sondear sus raíces desde el origen de la sociedad de consumo, etcétera, etcétera. Pero lo que está claro es que esta forma relativamente nueva hasta ahora de misoginia, como es el control (de peso, sí, pero control al fin y al cabo) está causando efectos devastadores en las sociedades que, por otra parte, dicen llamase “desarrolladas” e “igualitarias”.
La palabra “compañero”, dice Naomi Wolf, se refiere en latín a la persona con la que se comparte el pan. Un compañero es un igual, alguien a mi mismo nivel…. En este sentido, las mujeres nunca han sido “compañeras” de los hombres: siempre han comido menos, peor, e incluso en lugares distintas. Puede que alguien se sorprenda cuando, por ejemplo, vea a ciertas mujeres orientales o africanas servir la comida a los hombres,  que están charlando cómodamente sentados a la mesa. Probablemente ellas comerán en la cocina las sobras cuando los demás  hayan acabado. Pero, ¿quién se asombra al ver una pareja que va a un restaurante, cuando ella pide “una ensalada y coca cola light” y él cerveza y un bistec grueso con patatas fritas? Como dice Wolf en El mito de la belleza, “hacer dieta es la esencia de la feminidad contemporánea”.
También afirma: “la salud da buena propaganda”. Efectivamente, el argumento de la salud, que cada vez está más de moda (porque una sociedad que se preocupa por “la salud” de sus mujeres está mejor considerada que la que se preocupa por “la figura” de ellas) ha sido interiorizado de tal forma que, hasta las personas más delgadas, están alertadas de los peligros de la obesidad y hacen ejercicio y cuidan sus “tentaciones” culinarias. Sí, también se hace referencia en el libro al lenguaje sectario y tan cercano a la religión de los libros y revistas de dietas: hablan de la “tentación”, de “compensar”, como si se tratara de una penitencia, del cálculo de calorías que ha sustituido al rosario….
Pero, ¿alguien que no haya sufrido un trastorno de la alimentación sabe algo acerca de lo que es exactamente? ¿Acerca de la verdadera plaga de este tipo de enfermedades que truncan la vida de jóvenes y no tan jóvenes, mayoritariamente mujeres, y que se ha incrementado exponencialmente en los últimos cincuenta años? No parece que las campañas de sensibilización hayan surtido demasiado efecto, puesto que también han aumentado de manera pasmosa (y muy triste, desde luego) las páginas de internet en las que se idealiza la delgadez y, por encimo de todo (o por debajo, pues es lo que subyace a este afán de la delgadez femenina), el control del cuerpo femenino. Control no solo del apetito, sino también de las proporciones, del tamaño que ocupan los cuerpos, y sobre todo control de la sexualidad y de la capacidad de reproducción (no olvidemos que las personas con anorexia sufren amenorrea, supresión de la libido, e incluso anhedonia y rigidez emocional, dado el tremendo grado de ascetismo). Por el contrario, no hay páginas donde se idealice la obesidad, incluso cuando los riesgos de la desnutrición son tan reales como los de la obesidad, y mayores que los del sobrepeso, sino que hay un verdadero odio y terror a la gordura, (o misolipia, como se me ha ocurrido llamarlo, y que es, literalmente, odio a la grasa). Esto, cómo no, revestido de una pátina de salud y bienestar, cuando realmente tan solo un pequeño porcentaje de las mujeres que dicen estar preocupadas por su peso (muchas, desde luego) tienen realmente, es decir, médicamente, sobrepeso u obesidad.
Nos podemos preguntar, entonces: ¿cómo hemos llegado a tener un ideal de belleza femenina que se define, precisamente, por la ausencia de feminidad? Ausencia de caderas, ausencia de vientre, ausencia de pechos caídos, celulitis, estrías… Elementos -¿casualidad?- que conectan directamente con la sexualidad y reproducción femenina. El porqué de este cambio, no voy a entrar a debatirlo (eso sería otra historia). Sólo decir que -¿coincidencia otra vez?- este cambio en el ideal femenino comenzó aproximadamente en la época en que a nuestras antepasadas les concedían el voto y comenzaban a trabajar “como los hombres”.

Me gustaría acabar con un par de citas del Mito de la belleza (la traducción es mía):
“Para mantener el hambre cuando hay comida disponible, como las mujeres occidentales hacen,  hay que someterse a un estado de vida tan poco natural… algo a lo que ninguna especie ha llegado todavía. Es más extraño que el canibalismo.”


“Cuando una mujer moderna es bendecida con un cuerpo que puede moverse, correr, bailar,  jugar, y llevarla al orgasmo; con pechos libres de cáncer, un útero sano, una vida el doble de larga que la media de la mujer victoriana (…) con alimentos de sobra (…)ahora que tiene el regalo de la salud y el bienestar más allá de lo que cualquier generación de mujeres hubiera podido esperar- la Edad de la Cirugía deshace su inmensa fortuna (…) enseñándola a experimentar una bendición para toda la vida como una maldición de por vida.”


Para los que crean que el feminismo está obsoleto en el siglo XXI (y también para los que no), lean a Naomi Wolf, y piensen.


Fotografía: Jerry Cooke. Ohio, 1946

domingo, 16 de febrero de 2014

NOTAS DE UN DIARIO



Sé por qué escribo poesía: soy impaciente.
Quizá, como creía Alejandra Pizarnik, la novela sería la cura para todos los males.

Pero necesito ver la belleza de inmediato.



       
Fotografías: Clarence White